Descubre la isla conectada por un dique, donde podrás visitar una auténtica fábrica de queso holandés.

Esta pintoresca localidad, situada en una península que antiguamente era una isla, es conocida por su singular arquitectura y su rica historia marítima. Las casas tradicionales de madera, pintadas en colores vivos, se alinean a lo largo de estrechos senderos y canales, ofreciendo una estampa que parece detenida en el tiempo. Estas construcciones, algunas con tejados a dos aguas y otras con fachadas adornadas con elementos ornamentales, reflejan la adaptación de sus habitantes a las condiciones cambiantes del clima y el paisaje.

En el pasado, la economía de la zona estaba fuertemente ligada a la pesca, y esto se refleja en la cultura y las tradiciones que han perdurado hasta el día de hoy. Los trajes típicos, que aún se pueden ver durante festividades locales, son un testimonio de la identidad cultural que ha sobrevivido a pesar de la modernización y el turismo. Los habitantes de esta comunidad, orgullosos de su legado, han conservado muchas de sus costumbres ancestrales, incluyendo la fabricación de artesanías y la cocina tradicional, que atraen a visitantes de todas partes.

La transformación de la isla en península fue el resultado de un proyecto de recuperación de tierras, que conectó este enclave con el continente, alterando su paisaje pero no su espíritu. Los diques y pólderes cercanos son un testimonio de la lucha constante contra el agua, una característica distintiva de la ingeniería hidráulica de la región. A pesar de los cambios, la comunidad ha sabido mantener su carácter único, convirtiéndose en un testimonio viviente de la historia y la resiliencia de sus pobladores frente a los desafíos naturales y el paso del tiempo.